Por qué decir que los fantasmas no existen.
– ¿Tienes idea de lo arrogante que suenas? – me preguntó mi hermana – ¿por qué no puedes dejar que la gente crea lo que quiera? ¿En qué te afecta que la gente crea que se pueden comunicar con fantasmas, o que el agua alcalina cura el cáncer, o que la tierra es plana? ¿Por qué tienes que decirles que no es cierto?
Esta situación no es nueva. La mayoría de la gente no quiere que la corrijan. Es una situación que se ha documentado numerosas veces. Es la elección de la pastilla azul (para olvidar todo y seguir viviendo en la confortable mentira de la Matrix) o la pastilla roja, para despertar a un mundo difícil, pero real.
En su libro «Cómo ganar amigos e influir en las personas», Dale Carnegie comentaba que no convenía corregir a la gente. Cuando un anfitrión dijo que una cita era de la Biblia y no de Hamlet, su acompañante le dio la razón. Luego le confesó a Dale que sí era de Hamlet, pero le dijo:
«¿De qué sirve demostrarle a un hombre que está mal? ¿Va a hacer esto que le caigas bien? ¿Por qué no mejor lo dejas salvar su orgullo? No te pidió tu opinión. No la quería. ¿Para qué discutes con él? Siempre evita las curvas cerradas».
E incluso hace más de dos mil trescientos años, Platón dijo algo similar. Cuando afirma que un hombre sale de una cueva y ve las figuras reales en vez de sombras proyectadas en la pared, regresa a decírselo a sus excompañeros, y de acuerdo con la Wikipedia.
«La alegoría acaba al hacer entrar, de nuevo, al prisionero al interior de la caverna para «liberar» a sus antiguos compañeros de cadenas, lo que haría que éstos se rieran de él. El motivo de la burla sería afirmar que sus ojos se han estropeado al verse ahora cegado por el paso de la claridad del Sol a la oscuridad de la cueva. Cuando este prisionero intenta desatar y hacer subir a sus antiguos compañeros hacia la luz, Platón nos dice que éstos son capaces de matarlo y que efectivamente lo harán cuando tengan la oportunidad»
Entonces, ¿por qué insisto? Porque quedarme callado es ser cómplice.
- La comunicación con fantasmas los hace presas de estafadores.
- Lo de que el agua alcalina cura el cáncer los hace gastar más en algo que no tiene las propiedades que ellos creen.
- Que la tierra es plana… Neil deGrasse Tyson lo explica en este video en inglés:
En sus palabras, en el minuto 3:05:
«Hay una creciente corriente anti-intelectual en este país (Estados Unidos) que puede ser el principio del fin de nuestra democracia informada. Por supuesto que en una sociedad libre, tú puedes y debes creer cualquier cosa que tú quieras creer. Si quieres creer que el mundo es plano, ¡adelante, créelo! Pero si crees que el mundo es plano y tienes influencia sobre otros, como la tendrían raperos exitosos, o candidatos presidenciales, entonces estar equivocado se convierte en ser dañino, para la salud, la riqueza y el bienestar de nuestra ciudadanía. El descubrimiento y la exploración nos sacaron de las cuevas, y cada generación se beneficia de lo que generaciones anteriores han aprendido.»
En su libro «El mundo y sus demonios: la ciencia como una vela en la oscuridad», Carl Sagan comentaba sobre su encuentro con un taxista que sabía mucho de pseudociencia y pensaba que era verdadera:
«El señor ‘Buckley’ – de buen hablar, inteligente, curioso – no había escuchado prácticamente nada de la ciencia moderna. Tenía un apetito natural por las maravillas del Universo. Quería saber de ciencia. Solamente que toda la ciencia había sido filtrada antes de llegar a él. Nuestros patrones culturales, nuestro sistema educativo, nuestros medios de comunicación le habían fallado a este hombre. Lo que la sociedad permitió que le llegara a cuentagotas era principalmente falso y confuso. Nunca le había enseñado a distinguir ciencia real y superstición barata. No sabía nada sobre cómo funciona la ciencia.»
Y en libro «Trick or treament», Simon Singh habla de cómo nos afectan los medicamentos basados en el efecto placebo. Dice que la gente pregunta:
«¿Qué daño hace?» En otras palabras, si el efecto placebo es bueno y no tiene efectos secundarios, ¿qué tiene de malo que la gente gaste algo de dinero en pastillas de azúcar».
Acto seguido muestra ejemplos de cómo la gente ha enfermado o muerto por buscar placebos y evitar tratamientos comprobados, como la vacunación. Como el caso de las vacunas, que un doctor corrupto al que le retiraron la licencia, una playmate y varios medios de comunicación más deseosos de tener rating que de informar, dicen que causan autismo. Muchos padres dejaron de vacunar por estas noticias sensacionalistas. La organización mundial de la salud comenta que las paperas y otras enfermedades se extienden en Estados Unidos porque algunos padres han dejado de vacunar a sus hijos.
Vivimos en un mundo con muchos intereses. Detrás de muchos reportes hay poderosas razones económicas: a las televisoras les interesa entretener y no informar a la gente. A Facebook y Google también. Fomentan el entretenimiento en vez de la información, y esto siempre ha sido una queja. Ya hace 500 años Miguel de Cervantes decía esto en el Quijote sobre las obras de teatro (que eran como la tele o el Internet de aquellos tiempos):
de las comedias que ahora se representan, diciendo: «Si estas que ahora se usan, así las imaginadas como las de historia, todas o las más son conocidos disparates y cosas que no llevan pies ni cabeza, y, con todo eso, el vulgo las oye con gusto, y las tiene y las aprueba por buenas, estando tan lejos de serlo, y los autores que las componen y los actores que las representan dicen que así han de ser, porque así las quiere el vulgo, y no de otra manera, y que las que llevan traza y siguen la fábula como el arte pide no sirven sino para cuatro discretos que las entienden, y todos los demás se quedan ayunos de entender su artificio, y que a ellos les está mejor ganar de comer con los muchos que no opinión con los pocos…
Ante todo esto, cuando digo que tal o cual noticia es falsa, voy contra la corriente. Lo correcto es dejar que la gente piense lo que quiera. Dejar que la desinformación se propague para que la gente se sienta bien.
Soy alguien raro. Soy perfeccionista. Me gusta aprender, y me gusta que me corrijan. Viviendo hace un tiempo en Estados Unidos, les pedía que me corrigieran cuando pronunciara algo mal. Me frustraba la respuesta: «corregirte sería grosero». La gente no da retroalimentación aunque se le solicite, por no lastimar los sentimientos de los demás.
¿Entonces, por qué insisto, con el riesgo de que me bloqueen en Facebook, me boten de Whatsapp, y me dejen de invitar a las reuniones? Porque de vez en cuando, aparece una persona que se interesa por lo que digo. Que busca encontrar la respuesta científica. Y eso hace que los enojos de todos los demás salgan sobrando.
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