No siempre pueden ganarse todas.
A veces tenemos mala suerte.
Un amigo especialista en organizaciones me platicó que hace algún tiempo lo contrataron para dar pláticas de manejo del cambio en una empresa. El dueño anterior la acababa de vender, y la administración nueva lo contrató. Tenía que hablar con todos los empleados durante una semana.
Había algo raro en esa asignación, según comenta, y al tercer día se imaginó lo que era. Fue con quien lo contrató y le dijo: «En un año esta gente no va a estar trabajando aquí, ¿verdad?». La respuesta fue: «No digas nada. Los nuevos dueños compraron la marca y van a cerrar la fábrica. Estamos preparando a la gente para que no sea tan duro el cierre».
La gente se iba a dar cuenta, y por más que se esforzara por arreglar las cosas, no hubiera podido hacer nada. La decisión había sido tomada a miles de kilómetros de distancia, por gente que nunca los iba a conocer.
Otra persona que trabajaba en Recursos Humanos en una empresa trasnacional me comentó que lo que menos le gustaba de su trabajo era explicarle a la gente que aunque hacía bien su trabajo, su puesto había sido eliminado por el corporativo, y darles su liquidación.
¿Pasa esto nada más en México? ¡Para nada!
En su libro Winning, Jack Welch, el célebre CEO de General Electric, menciona:
A veces las carreras se estancan por razones de inoportunidad o también dan tumbos por motivos ajenos a nuestro control, como una adquisión o una descapitalización, o un nuevo jefe con ideas muy distintas acerca de nuestro futuro. Asimismo, también puede suceder que perdamos un ascenso por política o nepotismo. Tales reveses, muy desalentadores, quizás hagan que nos cuestionemos por qué debemos siquiera intentantarlo.
No hay que cuestionárselo.
A largo plazo, la suerte desempeña en nuestra carrera un papel mucho menos importante que los factores que se encuentra bajo nuestro control.
Lo más importante cuando tenemos un revés, es entender que a veces no hay nada que podamos hacer, y por difícil que parezca en ese momento, levantarnos y seguir adelante. Como dice Welch: a largo plazo, la suerte importa menos que lo que sí podemos controlar.
¡Ánimo, y… suerte!
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